Es posible que te extrañe un tanto mi pregunta, que sea algo que jamás te hayas cuestionado...
De manera común, ayudar se define como la acción de colaborar con otro de manera desinteresada, ya sea con el fin de que logre un objetivo deseado, o bien, de aminorarle o evitarle una situación de aprieto, un riesgo o un sufrimiento. Utilizando este concepto como base,
¿Te consideras una persona que disfruta el ayudar a otros?
¿Te pesa hacerlo?
¿Sabes decir que no?
Como siempre, te pido que respondas estas preguntas con total honestidad, teniendo presente en todo momento, que sólo estás tú contigo, y que no hay respuestas buenas o malas.
También te sugiero que identifiques a una persona que sea significativa en tu vida y que sueles ayudar de forma cotidiana. Tenerla en mente, hará que esta reflexión te resulte más interesante y reveladora, quizá estés de acuerdo, o no. De cualquier manera, seguro te servirá regalarte unos minutos para tomarlo en consideración.
En mi opinión, el hecho de ayudar a alguien, para que sea realmente una acción positiva, debe cumplir con dos condicionantes fundamentales.
La primera, que nazca desde el deseo de hacerlo, no de la obligación o de la necesidad.
Y la segunda, que lo que haces por el otro no le sea limitativo, es decir, que no le imposibilite o le haga dependiente.
¿Cuántas veces ayudas desde la culpa?
¿Cuántas veces desde la escasez?
En repetidas ocasiones, cuando ayudamos, lo hacemos porque creemos que “debemos”, que “tenemos que”. Podría ser en razón de la amistad o del parentesco, tal vez por los favores recibidos previamente, o por evitar la incomodidad de decir “no”. Algunas veces, sin ser conscientes, lo hacemos para obtener reconocimiento, agrado o aceptación. En otras, con la intención de evitar que en un futuro nos puedan negar un favor.
¿Desde dónde lo haces tú?
¿Cuántas veces lo haces desde el deseo?
¡Cuestiónate tranquilamente, escucha lo que dice tu Yo Mismo! ¡No te juzgues! Reconoce tu verdadera intención al ayudar a la persona que elegiste para realizar este ejercicio, identifica si hay alguna obligación detrás de tus acciones, o si tienes la necesidad de recibir su aprobación.
Ahora bien, pensando nuevamente en esta persona,
¿Realmente le sirve lo que haces por ella?
¿Le hace crecer?
¿Le impulsa a avanzar?
El dolor, la duda y el conflicto, son situaciones que instintivamente procuramos evitar. La tristeza, la ira y el miedo, son emociones que generalmente no nos resultan agradables. Sin embargo, todas las anteriores, nos dan la oportunidad de darnos cuenta de que hay una decisión que tomar, o de que hay un duelo que vivir, o de que hay algo que trascender.
¡Ojo!
No estoy hablando de negar un consejo, de no darle la mano a alguien, o de pasar de largo cuando se requiere nuestro apoyo.
Estoy hablando de no asumir la responsabilidad de decidir por otros, de no perpetuar la adolescencia o el infantilismo en nuestros seres queridos, de no consecuentar la falta de acción en quienes nos piden una opinión de forma repetitiva sobre el mismo tema, de no hacer por el prójimo lo que tiene capacidad de hacer por sí mismo.
¿Cuántas veces has pedido ayuda sin necesitarla realmente?
¿Cuántas veces recibirla te ha limitado?
¡Todas las virtudes, en exceso, se convierten en defectos!
Empatizar demasiado con los problemas de quienes están a tu alrededor puede llegar a robarte la energía que necesitas para afrontar tu vida diaria.
Y, por otro lado, atender los problemas de todos generalmente tiene que ver con tu necesidad de evadir los propios.
Vivir sin culpa y enfrentar nuestros propios retos,
es tan liberador y tan enriquecedor,
que deseo de todo corazón haber contribuido un poco a que te des la oportunidad de experimentarlo en tu día a día.
¡Hasta pronto! AH
¿Te interesó el tema?
También te sugerimos
¿Comprendes Lo Que Significa?
Introducción, Desde Aquí Hasta Ahora
Comments